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La literatura ha sido un camino por el cual algunos autores nos han sabido enseñar experiencias que no hemos vivido. Han sido capaces de hacernos pensar con sus escritos y aprender. Esta sección de la web explica la vida y obra de algunos de ellos, sin los cuales quizás esta web nunca hubiese existido.
Poeta,
pintor y grabador inglés, creador de una forma de poesía única acompañada de
ilustraciones. Su poesía, inspirada por visiones místicas, se encuentra entre
las más originales y proféticas de la lengua inglesa, y supone el rechazo de las
ideas del movimiento ilustrado en favor del romántico. Hijo de un mercero, nació
el 28 de noviembre de 1757 en Londres, ciudad en la que transcurrió la mayor
parte de su vida. De educación fundamentalmente autodidacta, se dedicó con
entusiasmo a la lectura, y recibió las influencias del místico alemán Jakob
Boehme y del swedenborgianismo (de Emanuel Swedenborg). Ya desde pequeño, quería
convertirse en pintor, por lo que fue a una escuela de grabado y, a la edad de
14 años, entró a trabajar como aprendiz del grabador James Basire. Poco después,
estudió durante un breve periodo de tiempo en la Royal Academy, pero se rebeló
contra las doctrinas estéticas de su director, sir Joshua Reynolds, defensor del
neoclasicismo. Sin embargo, más tarde, entabló amistad con académicos como John
Flaxman y Henry Fuseli, cuyas obras pudieron influirle. En 1784 abrió una
imprenta y, aunque fracasó al cabo de unos años, continuó ganándose la vida como
grabador e ilustrador. Su esposa le ayudó a imprimir los poemas ilustrados por
los que es conocido incluso hoy en día.
Blake comenzó a escribir poesía a la edad de 12 años, y su primera obra impresa,
Esbozos poéticos (1873), es una colección de poemas de juventud, en los que,
entre una serie de elementos bastante tradicionales destacan pasajes que
presagiaban lo que sería su estilo posterior. Como el resto de su producción,
llegó a muy pocos lectores en su época. Sus poemas más populares, frescos,
directos y notables por su elocuencia, fueron los que se incluían en Canción de
inocencia (1789). En 1794, perdida la fe en la posibilidad de la perfección
humana, el poeta publicó Canciones de experiencia, una
obra en cuyos poemas utilizaba el mismo estilo lírico y retornaba a muchos de
los temas de su libro anterior. De hecho, cuando se leen en conjunto, se
descubre que las dos series de poemas presentan numerosas analogías. Inocencia y
experiencia, "los dos estados opuestos del alma humana", contrastan en dos
piezas como El cordero y El tigre, que representan respectivamente la inocencia
de la niñez y la corrupción y la represión de la vida adulta. Su poesía
posterior desarrolla la idea de que la verdadera inocencia resulta imposible sin
la experiencia, transformada por la fuerza creativa de la imaginación humana.
Como era su costumbre, adornó los Cantos con dibujos que exigen del lector una
visión extremadamente imaginativa de las complejas relaciones entre dibujo y
texto. No se sabe a ciencia cierta el método que utilizaba para estampar su
obra. La explicación más plausible parece ser aquella según la cual primero
escribía el texto y después realizaba los dibujos de cada poema sobre una
plancha de cobre, usando algún líquido insensible al ácido, por lo cual quedaban
en relieve cuando se aplicaba. Entonces, le daba una capa de tinta de color, lo
estampaba, y retocaba los dibujos a mano con acuarela. A Blake se le considera
prerromántico, pues rechazó el estilo literario e intelectual del neoclasicismo,
y su obra gráfica desafiaba las convenciones artísticas del siglo XVIII.
Defendió siempre la imaginación frente a la razón, pues consideraba que las
formas ideales debían construirse no a partir de la observación de la naturaleza
sino de las visiones interiores. También su estilo lineal y basado en rítmicas
repeticiones significa un rechazo al estilo académico imperante en la época, y
sus figuras se pueden retrotraer a la estatuaria de las sepulturas medievales,
que había copiado cuando era aprendiz, y a las obras de los manieristas
posteriores.
Resulta especialmente evidente la influencia de Miguel Ángel en la potencia del
escorzo y en la exagerada
musculatura de algunas de sus figuras, sobre todo en una muy conocida, la
llamada El anciano de los días, que conforma el frontispicio de su poema Europa,
una profecía (1794). Gran parte de su pintura estuvo dedicada a temas
religiosos: ilustraciones para la obra de John Milton, su poeta favorito (a
pesar de que rechazaba firmemente su puritanismo), para El viaje del peregrino
de John Bunyan, y para la Biblia, además de las 21 ilustraciones que realizó
para el Libro de Job. Entre sus ilustraciones de temas paganos se encuentran las
que llevó a cabo para la edición de los poemas de Thomas Gray y las 537
acuarelas para Ideas nocturnas de Edward Young, de las que tan sólo 43 fueron
publicadas.
En los denominados Libros proféticos, una serie de extensos poemas escritos a
partir de 1789, Blake creó una compleja mitología personal e inventó sus propios
personajes simbólicos, que reflejaban sus preocupaciones sociales.
Verdaderamente innovadores tanto en pensamiento como en expresión, de ellos
escribió el autor: "Debo crear un sistema o permanecer esclavizado por los de
otros". Blake fue un inconformista radical en la línea en que lo fueron otros
librepensadores ingleses, como Mary Wollstonecraft o Thomas Paine. En poemas
como La revolución francesa (1791), América, una profecía (1793) y Visiones de
las hijas de Albión (1973), presenta las figuras de su propia mitología, como
Urizén, símbolo de una moralidad represiva, y Orc, el arquetipo de rebelde. En
Europa, una profecía (1794) expresó su condena hacia la tiranía política y
social del siglo XVIII, mientras que en El libro de Urizén (1794), denuncia la
tiranía religiosa, y en El viajero mental (1803) pone en evidencia la
explotación de los sexos. Entre los Libros proféticos se encuentra una obra en
prosa, El matrimonio del cielo y el infierno (1790-1793), que desarrolla la idea
de su autor según lo cual "sin contrarios no hay progreso" e incluye, asimismo,
los ‘Proverbios del infierno’, uno de los cuales dice: "Los tigres de la ira son
más sabios que los caballos de la instrucción". En 1800 el poeta se trasladó a
la ciudad costera de
Felpham, donde vivió y trabajó durante tres años, bajo el patrocinio de William
Hayley. Allí llevó a cabo profundas exploraciones espirituales que le prepararon
para sus obras de madurez, las grandes épicas visionarias escritas y decoradas
entre 1804 y 1820. Milton (1804-1808), Vala o Los cuatro Zoas (es decir,
aspectos del alma humana, 1797; reescrito después de 1800) y Jerusalén
(1804-1820) no poseen ni los argumentos ni los personajes ni la métrica
tradicionales, y sus versos libres, de carácter retórico exigen nuevos modos de
lectura. En ellos permanece omnipresente la visión de un tipo nuevo y superior
de inocencia, la del espíritu humano triunfante sobre la razón.
Aparte de sus grandes libros, el poeta inglés escribió otras obras, como Una
isla en la luna (1784), una divertida sátira sobre sus primeros años de vida.
Además, una colección de cartas y un cuaderno de notas con apuntes y algunos
poemas breves que escribió entre 1793 y 1818, al que se denominó el Manuscrito
Rossetti, pues lo adquirió en 1847 el poeta, también inglés, Dante Gabriel
Rossetti, uno de los primeros artistas que reconocieron el valor de Blake. Sus
últimos años, pasados en la pobreza, fueron aliviados por la amistad de un grupo
de jóvenes artistas admiradores de su figura. Murió en Londres, el 12 de agosto
de 1827, dejando inconcluso un ciclo de dibujos inspirados en la Divina Comedia
de Dante. Muchos poetas posteriores, entre ellos Swinburne, Yeats y Emily
Dickinson, asimilaron su visión y su estilo literarios.
“Lo que ahora se considera realizado antes fue producto de una ilusión.”
En
vida, Aldous Huxley gozó de todo aquello que un escritor puede aspirar:
tranquilidad para crear, un buen pasar y reconocimiento público. Sin embargo, el
destino quiso que muriese en 1963 el mismo día que John F. Kennedy y eso
dificultó su recuerdo. Todos los 22 de noviembre la memoria colectiva revisa los
misterios del magnicidio de Dallas y no queda mucho espacio para otros
homenajes. Su obra puede ser entendida como el testimonio de una transformación
gradual desde un escepticismo irónico del que hacía gala, hasta llegar a un
teísmo de fuerte contenido humanista. Cuando joven decía adorar sólo "la vida,
el amor y el sexo", pero con el correr de los años su interés por el pensamiento
religioso y las experiencias místicas fue creciendo. "Oficialmente soy agnóstico
- declaró en 1926 cuando tenía 32 años- , aunque cuando me hallo en las
circunstancias emocionales propicias, con ciertos paisajes, ciertas obras de
arte, ciertas personas, sé que Dios está en su cielo y que todo está bien en
este mundo".
Ensayo histórico que abrió el interés en las experiencias enteogénicas en
occidente. Basado en la primera experiencia del autor con mescalina, el libro
consta de dos partes. En la primera, además de una breve introducción al cactus
del peyote y otras sustancias visionarias, Huxley hace un recuento de su
experiencia visionaria con la mescalina, sus implicaciones filosóficas,
estéticas y místicas, y subraya la importancia que estas plantas han tenido para
la humanidad.
El origen del título del libro, que se encuentra en los versos del famoso poeta
visionario inglés del siglo XVIII: William Blake:
Si las puertas de la percepción se abrieran
todo aparecería al ser humano tal y como es: infinito.
Dado que el hombre se ha limitado a sí mismo, divisando
las cosas a través de las estrechas rendijas de su propia caverna.
Las bodas del cielo y el infierno.
Se trata de un sucedáneo de la religión, como la entendían las sociedades
"antiguas", pues habiendo
alcanzado la juventud y la fortuna sostenidas, no había necesidad de algo
inmutable que sirviera de consuelo. El mismo orden social ya ha alcanzado la
estabilidad. El paraíso artificial, la utopía, había sido alcanzada.
Para los habitantes de Un mundo feliz, ya había sido resuelto el problema de qué
colocar en el lugar de Dios después de que Nietzsche lo había declarado
"oficialmente muerto". Todo, sin cataclismos, angustias ni Apocalipsis. Mustafa
Mond explica muy sobriamente que la gente cree en Dios si ha sido acondicionada
para creer en Dios. En una sociedad que ha eliminado el sufrimiento en todos sus
aspectos, no hay necesidad de ese consuelo al que acudían principalmente los
viejos o los enfermos. Dicho acondicionamiento ha sido eliminado por inútil.
Cuando el Salvaje protesta diciendo que es natural creer en Dios y pregunta si
realmente Mustafa Mond no cree en Dios, recibe la siguiente respuesta: "No; creo
que muy probablemente lo hay [...] Pero se manifiesta de diversas maneras a los
diversos hombres [...] Ahora... [...] se manifiesta como una ausencia; como si
no existiese en absoluto". En estas palabras se percibe que la sociedad de Un
mundo feliz había dejado de interesarse en este tipo de problemas. El culto a
Ford (y a Freud también) es un culto a la sociedad, a la estabilidad alcanzada,
una suerte, diría, de ultrapositivismo hiperpragmático. Las ceremonias
religiosas son realmente éxtasis grupales en los que se cumple la misión de
mantener la cohesión social en un rito que impide la peligrosa soledad. En esa
sociedad, cualquier especulación metafísica está prohibida.
Al respecto, hay que recordar que el abuelo de Aldous Huxley, el famoso Thomas
Henry Huxley, naturalista y fisiólogo inglés discípulo de Darwin, había
propuesto un tipo de comportamiento muy similar. Siguiendo las ideas del
evolucionismo positivista, acuñó el término agnosticismo en 1869. Al hacerlo,
manifestaba su desconfianza en la resolución de problemas, sobre todo
metafísicos y religiosos,
a los que no pudieran aplicarse los métodos de la investigación científica. Para
el abuelo Huxley, la materia, la fuerza, las leyes naturales, son nombres de
estados de conciencia nuestros, reglas valederas sólo en la experiencia, sin que
nada de todo esto lleve a una realidad trascendente divina. Huxley nieto retomó
las ideas de su abuelo y las proyectó en la antiutopía de Un mundo feliz.
En ella criticó la sociedad de consumo (el american way of life), la publicidad
y la manipulación, la instrumentalización empobrecedora de la ciencia, el
totalitarismo (Mussolini y Stalin en el horizonte), y la eliminación del
pensamiento metafísico. La solución que planteaba ante los problemas
demográficos y ante la guerra, el hambre y la miseria, ya experimentados en la
Primera Guerra Mundial y amenazantes en el panorama de un ominoso segundo
conflicto, es un callejón sin salida. La felicidad como satisfacción material
inmediata de los deseos, como eliminación de toda carencia de este orden, es
alcanzada a través del lema del Estado Mundial: "Comunidad, Identidad,
Estabilidad". Su costo es el recorte de la cultura, de la libertad.
Un año después de la publicación de Un mundo feliz, la atención que Huxley
mantenía sobre la influencia de la química del cuerpo en el estado de ánimo, las
posibilidades crecientes de su manipulación científica, y sus alcances en la
vida individual y social, produjo una anécdota curiosa. Al pasar por
Chichicastenango, Guatemala, Huxley se sorprendió por la religiosidad sincrética
de los indios del lugar alrededor de las dos iglesias del pueblo. En su diario
de viaje, Beyond the Mexique Bay, nos dice que "no hay mejores católicos ni casi
mejores paganos en todo Guatemala". Sin embargo, otro tipo de sincretismo lo
esperaba en la casa de un indio.
En una habitación grande y limpia, que funcionaba también como cuartel de una de
las múltiples cofradías religiosas del pueblo, se distribuían unos bancos junto
a las paredes y en un extremo había un altar con una imagen moderna y barata. El
cielo raso estaba festoneado por bandas de papel coloreado, dobladas y cortadas
para formar "fantásticos" frisos con hombrecillos, pájaros y estrellas. Colgado
en otro de los muros, había un calendario de obsequio de la casa farmacéutica
Bayer. El
diseño de éste era bastante común: arriba se mostraba una cromolitografía de la
Santísima Trinidad rodeada por grupos de santos y acompañada de la inscripción
"Gloria Patri, Filio et Espiritu Sancto"; en medio, un almanaque para 1933; y
abajo, "una parrafada lírica sobre las virtudes de la aspirina combinada con la
cafeína". Nada de esto nos sorprende sino la lectura que Huxley hace de las
relaciones de contigüidad entre estos elementos: "Todo el asunto estaba
perfectamente calculado para hacer creer a un indio que las píldoras estaban
garantizadas de algún modo por Dios mismo y que junto con la Cafiaspirina
trabaja un pedacito de sustancia divina". Un poco descabellado, si aplicamos el
mismo razonamiento a otros muchos calendarios que se obsequian en el país, pero
a final de cuentas perfectamente válido dentro de la "ingeniería" imaginativa de
Huxley.
La mescalina, procedente del peyotl mexicano, había sido aislada desde los años
veintes y fue precisamente un estudioso de sus virtudes para el tratamiento de
la esquizofrenia, el doctor Humphrey Osmond, quien invitó a Aldous Huxley a
participar como conejillo de indias en un experimento. No lo tomaba por
sorpresa, pues era el siguiente paso lógico en el camino que Huxley con tanto
interés había ido recorriendo. Para entonces ya había recogido bastante material
acerca de las diferentes experiencias visionarias y las maneras de llegar a
ellas. Así, una "luminosa mañana de mayo" de 1953, Aldous Huxley ingirió cuatro
décimas de gramo de mescalina disueltas en medio vaso de agua y se sentó a
esperar los resultados.
En
Las puertas de la percepción (1954) está narrado el periplo de Huxley. Nada del
otro mundo, si se quiere encontrar en él, por ejemplo, el arrebato alucinante de
un William Burroughs. Huxley posee principalmente un impulso ordenador,
clasificador, científico, analítico. No se le puede pedir un "desorden de los
sentidos" rimbaudiano. Esto no es una debilidad, un aspecto negativo. La
tradición de la literatura inspirada en la droga que comenzó a principios del
siglo pasado con Coleridge, De Quincey, y Wilkie Collins en Inglaterra y Poe en
Norteamérica y que alrededor de 1840 se mudó a Francia con los haschichins --Gautier,
Nerval, Baudelaire-- sufrió un importante cambio con la generación beat de Neal
Cassady, maestro de Jack Kerouac, William Burroughs y Allen Ginsberg.
La droga había sido consumida hasta entonces como una experiencia personal,
íntima, incluso secreta como en el caso de los grupos ocultistas en los que
participaban hombres de la talla de W B Yeats y Aleister Crowley. La novedad de
los años cincuenta y sesenta consistió en que la invitación al lector se hacía
muy manifiesta. Esto sucedía de dos maneras. Una fue la de Ginsberg, Burroughs y
Kerouac y gran parte de la generación de la psicodelia. Fue primordialmente acto
de protesta, un acto político que invitaba a rechazar los horrores y defectos de
nuestra civilización. Tenía todo el sabor romántico de los hippies. La otra fue
la de Huxley, Leary y Alan Watts: una experiencia en que la mística y la ciencia
se combinan. Huxley los precedió a ambos. Leary daba clases de psicología en
Harvard en 1960 cuando, de vacaciones en Cuernavaca, comió las seis setas de
"Carne de Dios" que cambiaron su vida. Alan Watts, famoso especialista en
budismo y religiones orientales, se interesó en el LSD después de leer a Huxley,
con quien entabló una amistad. Huxley, en contacto con las investigaciones que
en el ramo realizaba el departamento de neuropsicología de la UCLA, lo recomendó
con los doctores de esta universidad. Huxley decía: "El LSD y los hongos
alucinógenos han de ser usados, me parece, en el contexto de una total lucidez,
de modo que conduzcan a un esclarecimiento del mundo cotidiano, el cual
se convierte en un mundo de maravilla y belleza y de divino misterio, cuando la
experiencia es lo que siempre debiera ser". La droga utópica de Huxley vuelve a
aparecer.
La experiencia de Huxley con la mescalina puede ser resumida en pocas palabras.
El lugar y la distancia dejan de tener importancia. Se da una percepción en
función de la "intensidad de existencia" o "ser-encia". Se produce una
indiferencia completa por el tiempo o, lo que es lo mismo, un perpetuo presente.
La contemplación que se alcanza es en un principio la de un esteta: las formas
son las que sobresalen. El esteta contempla solamente las formas, elimina su
dimensión utilitaria y el atractivo que su estructura y su funcionamiento tienen
para el espíritu científico. Pero casi simultáneamente la visión del esteta es
complementada por una experiencia sacramental de la realidad. Las impresiones
visuales se intensifican muchísimo y "el ojo recobra esa inocencia perceptiva de
la infancia, cuando el sentido no está inmediata y automáticamente subordinado
al concepto".
Al final del ensayo, que contiene toda una serie de observaciones sobre pintura
y cultura en general que es imposible tratar en este espacio, Huxley señala
indirectamente uno de los problemas de la experiencia que nos narra: su
traducción, su verbalización. Velada o inconscientemente invita a seguirlo pues
denuncia una tiranía de la educación predominantemente verbal en la cual hay
poco espacio y valor para las percepciones directas. Aboga por una combinación
equilibrada pues, ya que es imposible prescindir ni como especie ni como
individuos del razonamiento sistemático (el subrayado es mío), es sano
mantenerse abierto al contacto directo. Se trata de defender una educación
artística pues
El artista está congénitamente equipado para ver todo el tiempo lo que los demás
vemos únicamente bajo
la influencia de la mescalina. La percepción del artista no está limitada a lo
que es biológica o socialmente útil. Se filtra hasta su conciencia, a través de
la válvula reducidora del cerebro y del ego, algo del conocimiento perteneciente
a la Inteligencia Libre.
Es curioso notar que la reconstrucción verbal y razonada de la experiencia en
Huxley deja ver todo su espíritu científico y tecnológico. El esquema de la
válvula reductora sirve como base de todo el ensayo.
Cielo e infierno (1956) es una continuación del ensayo anterior, sólo que sin la
experiencia directa. Se trata de una extensión en que realiza un análisis
antropológico-cultural de la experiencia mística. En su juventud, Huxley casi
pierde la vista por una enfermedad de los ojos. La experiencia visual de la
droga agudizó su sensibilidad hacia el papel de la visión en las experiencias
religiosas y místicas. Así, recorre desde el brillo de los joyas religiosas,
hasta el cine, pasando por los fuegos artificiales, la lámpara de Athanasius
Kircher, la iluminación de gas y eléctrica de calles y teatros, etc. es el
resultado de la "educación por las drogas". Nada de transcripciones
tartamudeantes de viajes alucinantes. Eso lo deja para el lector y su propia
intimidad.
La afición científica que despertaron las drogas en la vida intelectual de
Huxley nunca rebasó su flemático y cortés espíritu anglosajón, casado
públicamente con la mesura y la contención. Sin embargo, un último deseo delata
el otro lado, quizá el contrapeso. Cuando se encontraba en sus últimos días, el
22 de noviembre de 1963, Aldous Huxley le pidió a Laura Archera, su mujer, que
le administrara una dosis de LSD. Laura le dio dos y Huxley murió bajo los
efectos del alucinógeno, tal como lo hace Linda, la madre del Salvaje de Un
mundo feliz, durante el tratamiento terminal a base de soma que se aplicaba en
aquella sociedad. ¿Miedo a la muerte? ¿Derecho a no sufrir? ¿Amor a la
experiencia con alucinógenos? ¿Curiosidad científica? ¿Realización de un sueño
que había sido novelado? No lo podemos saber. Si Huxley aún viviera, por alguna
maravilla parecida a las que describe en Un mundo feliz, habría celebrado su
centésimo aniversario este año Si su lucidez continuara la misma, quizá nos
iluminaría al respecto. Quizá también hubiera ampliado su último trabajo
publicado, Literature and Science (1962) en el que, ya en una actitud no tan de
apocalipsis tecnofóbica, pretende establecer una conciliación entre los dos
mundos en que como anfibio vivió: la ciencia y el arte.
Este fue el último libro escrito por Huxley, y en cierta manera representa el
contrapunto a su obra de
juventud Un mundo feliz. Si en su primera obra 'apocalíptica' del autor se
presentaba una sociedad mecanizada, 'perfecta' pero a la vez idiotizada y
deshumanizada por una droga de la felicidad que mantenía aletargados a los
individuos de la misma, en esta segunda obra se describe un mundo enfrentado por
la guerra de dominación suprema, que en definitiva no hace otra cosa que sumir
al mundo en el caos; pero esta vez, en lugar la droga popular que garantiza
felicidad sin queja, Huxley nos presenta una pequeña comunidad humanista que
vive en una isla alejada del mundo, y que usa un determinado tipo de hongo que
otorga el conocimiento trascendente, y a la vez la paz de espíritu que está
ausente en el resto del planeta.
La narración se desarrolla a partir de la visita de un periodista del mundo
'bélico' a esta pequeña comunidad, y su lento proceso de comprensión de los
rituales, forma de vida y comprensión de la existencia de este reducido número
de personas -que sin pretender conquistar al otro, opta por el conocimiento del
sí-mismo.
"El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la
felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás."
En distintas ocasiones Antonio Blay había comentado que decidió dejar de ejercer
como psicólogo con consulta particular porque había constatado que la casi
totalidad de los diversos problemas que
padecían sus consultantes,
independientemente de la variedad de sus síntomas (ansiedad, tensión, miedo,
depresión, obsesiones), tenían un mismo origen, una raíz común: la
identificación con sus "modos" existenciales, con sus circunstancias externas
sociales, profesionales, familiares y los problemas derivados de ellas, y, por
otra parte, la desconexión del ser que eran (que somos) en realidad, la
separación habitual entre las formas de vivir cotidiano y lo que en el interior
del ser humano puede devenir en experiencia de plenitud y felicidad permanentes.
Así, en los últimos veinticinco años de su vida, su dedicación estuvo dirigida
mayormente al trabajo con grupos, en forma de cursos, conferencias, charlas,
coloquios, etc.. Esto no impidió que se mantuviese abierto al contacto
individual, pero este ya no se producía como una consulta de despacho sino como
un encuentro con el amigo-maestro quién siempre ofrecía una visión clara, una
orientación certera, utilísima para su interlocutor sí este estaba ya en un
grado u otro en una línea de trabajo o de búsqueda.
Sus dotes para la síntesis le capacitaban para hacerse entender por todos y cada
uno de sus interlocutores. Además podemos decir que esta comprensión racional e
intuitiva a la vez, se sustentaba en una empatía naturalísima que surgía de su
"estado" anclado en la presencia del Ser.
Por eso, podríamos decir con convicción que su obra escrita es "tan sólo una
parte" de su obra, ya que la influencia permanente que subsiste en todos los que
le trataron, por la impresión que causó en ellos, es algo que pertenece a otra
dimensión que no puede producirse mediante la letra impresa.
Sin embargo la evidente revalorización actual de su obra escrita indica que
entre sus nuevos lectores hay muchos que son capaces de percibir, de aprehender
el espíritu de Blay, que éste se hace accesible a la comprensión e intuición de
sus actuales estudiantes, como si a través de las páginas de sus obras se
produjera un contacto vibratorio, por simpatía, con la esencia viva de su
mensaje.
Creo que esto es así porque su exposición muy particular de las bases
psicológicas de la personalidad y sus profundidades resulta clarísima y
sencillamente comprensible.
De entre sus singulares conceptos extraeremos, para una exposición abreviada de
los mismos, sólo
algunos, los siguientes: el Yo-idea, el Yo-ideal, el Yo- experiencia, el Fondo y
los niveles Superiores.
Según Blay, el núcleo del yo-idea se ha ido estructurando en nosotros ya desde
la infancia, al formarse en uno la representación de si mismo frente a la
representación del mundo. Esta idea de "sí" llega a tener una importancia
capital en la vida de la persona porque se constituye en un eje mental de acción
y reacción alrededor del cual girarán interminablemente la casi totalidad de los
pensamientos que se elaboran en la mente del sujeto. Entonces la vida se
convierte en algo pensado, no vivido. Este núcleo hace tremendamente susceptible
y vulnerable a la persona ya que es un obstáculo mental que impide experimentar
lo que somos en realidad.
El Yo-ideal está formado por los contenidos reprimidos del inconsciente, los
cuales pugnan por salir hacia el exterior de acuerdo con la fórmula
representativa del Yo-idea. Este conjunto de contenidos va configurando una
imagen ideal de si mismo, siempre proyectada hacia el futuro, con todas las
dotes que se derivan de nuestros deseos: belleza, riqueza, sabiduría, virtudes,
poder, etc.. Pero detrás de la fórmula encantadora y benéfica del Yo-ideal
existe un yo con pretensiones de Absoluto, caricatura o imagen invertida de
nuestra auténtica dimensión espiritual.
El Yo-experiencia, en cambio, es el eje central constituido por lo que realmente
somos; es la suma de nuestras auténticas experiencias. Su base no está en los
pensamientos sino en la experiencia de si mismo.
El Fondo es el substrato profundo del Yo-experiencia, totalmente más allá del
personaje. Es el verdadero eje de donde surge la expresión de nuestra triple
naturaleza como seres de Energía-Sentimiento-Inteligencia. El fondo está siempre
presente, conectado con los Niveles Superiores de conciencia.
Los
Niveles Superiores son la fuente causal de la tríada
Energía-Sentimiento-Inteligencia que nosotros vivimos como nuestra realidad
profunda; esta tríada humana es como un reflejo de su contraparte divina. Así,
por el nivel Mental Superior nosotros tenemos la intuición de las verdades, no
de aquellas que se refieren a nosotros en lo personal, sino de las verdades en
sí de las cosas, de las verdades objetivas universales: la verdad, la justicia,
el orden, etc.. El nivel Afectivo Superior es el que nos da el sentido estético
de la belleza, del gozo, del amor, de la ética, de lo que es el bien, pero no ya
en relación a nuestros intereses sino hacia valores que tienen una vigencia por
si mismos y en si mismos. El nivel de la Energía-Voluntad espiritual es el que
nos permite percibir que detrás de la manifestación hay un poder, una voluntad,
que no depende de mis gustos ni de mi voluntad personal, sino que ella es el
verdadero motor de todo lo que existe. A esta voluntad creadora podemos darle el
nombre de Dios, Brahma, Energía Cósmica, o el nombre que queramos, ya que el
nombre es secundario. Lo importante es la noción intuitiva que tenemos de este
principio.
Los Niveles Superiores se manifiestan en nosotros mediante una inquietud, una
demanda. Cuando nuestro modo de vivir nos parece estrecho, insuficiente, cuando
sentimos la necesidad de una visión más universal de las cosas, de un
sentimiento más incluyente, de una verdad que lo explique todo, de una felicidad
que no dependa de ningún factor exterior, eso lo sentimos porque la actividad de
los Niveles Superiores se está expresando ya en nosotros, pues esta demanda
procede de ellos. Si en nosotros no existiese la posibilidad de vivir estos
contenidos, no sentiríamos la aspiración hacia ellos; simplemente, los
ignoraríamos. Por lo tanto, se trata sólo de abrirnos más y más a la fuente de
donde proceden estas aspiraciones pués, según las propias palabras de Blay, "la
felicidad infinita es nuestra".
”La realización es un vivir plenamente en el mundo, y a la vez descubrir la
Realidad Última detrás de todo.”