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Los años 50

En la década de los 50, el DJ radiofónico Alan Freed populariza el término rock en las ondas. Es el momento de que comienza a emerger un nuevo estilo musical, tan rompedor como innovador y provocativo, producto de la fusión entre la música negra (blues) y blanca (country). Bill Haley & The Comets (con su clásico Rock around the clock), el incendiario Jerry Lee Lewis, los extravagantes Little Richard y Chuck Berry, junto a nombres como Buddy Holly, Eddy Cochran o Gene Vincent son algunos de los protagonistas de estos primeros años. Pero el rock se saldría de madre en todos los sentidos con un joven procedente de Tupelo, Mississippi, que atendía al nombre de Elvis Aaron Presley, y que se encargaría de que el fenómeno tuviera alcance y repercusión en todo el mundo.
El milagro se produjo el 5 de julio de 1954 en el estudio de la discográfica Sun Records, un cuartucho de mala muerte situado en el 706 de Union Avenue, en Memphis (Tennesse). Un arrogante chaval de 19 años entró en ese local siendo un humilde camionero y, después de grabar una canción de tres minutos de duración, salió a la calle convertido en un rey. Se llamaba Elvis Aron Presley y flotaba sobre el recalentado asfalto sureño convencido de que su destino era la gloria: había dinamitado la cultura juvenil, creado el fenómeno social más importante del siglo XX y cambiado el curso de los tiempos.
Elvis Presley había inventado el rock and roll. O al menos eso parecía. Un análisis más profundo puede limitar su importancia hasta convertirle en un simple embajador blanco de los sonidos creados por los negros. El rock es una música bastarda, engendrada en una plantación de algodón, gestada en una destilería clandestina y parida en un burdel. Elvis adoraba el blues, la música del diablo, y no dudó en recoger las esencias de esos sonidos oscuros (cantos de trabajo, blues, gospel…), rebajar su negritud con algo de country y vendérselas al mundo envueltas en un par de golpes de cadera.
Los jóvenes necesitaban algo así. Una cultura propia que eliminase de su repertorio las melodías sensibleras de Frank Sinatra, los buenos modales de Doris Day y la belicosa prepotencia de Eisenhower y Nixon. Una revolución que desperezase a una sociedad aletargada, que pusiese fin a la segregación racial y se rebelase contra las normas establecidas. Cuando Elvis grabó esa legendaria canción, titulada That’s All Right, en Estados Unidos se botaba el primer submarino atómico y se destituía al senador McCarthy por su caza de brujas. El resto del planeta comenzaba a tararear las canciones de los ocho países que participaron en el primer Festival de Eurovisión. La escritora norteamericana Susan Sontag tenía entonces 21 años: “Elvis y Chuck Berry hicieron que abandonara a mi marido y me olvidara del mundo académico”, dijo:
Elvis fue el rey blanco y Jerry Lee Lewis el rival más directo para ocupar su trono. Buddy Holly, Gene Vincent y Eddie Cochran fueron dignos escuderos. Chuck Berry, Little Richard y Bo Diddley tenían tanta o más clase que ellos, pero el color de su piel les impidió luchar en igualdad de condiciones. Un problema racial que mantuvo en el anonimato, y privó de los derechos sobre sus canciones, a algunos de los creadores más importantes en la historia del blues y el rock negro, las fuentes en la que posteriormente beberían los rockeros blancos: Elmore James, Howlin’ Wolf, Freddie King, Muddy Waters, Lonnie Jonson, Big Bill Broonzy...