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Siguen
las variaciones en el mundo del rock. Como uno de los representantes
principales del género surge David Bowie, máximo embajador del glam rock. Son
personajes indiscutibles también Lou Reed, Iggy Pop o Aerosmith, aunque las
diversas ramificaciones embrionarias en los 60 encontrarían ahora sus relevos,
como en el caso del heavy: AC/DC, Alice Cooper o Black Sabbath, por decir unos
pocos. Encontramos el rock sinfónico con King Krimson o Genesis a la cabeza,
así como el surgimiento de la variante del rock más primaria, polémica y
provocativa: el punk con sus inevitables Sex Pistols y The Ramones como cabeza
referencial, todo un revés al virtuosismo del rock sinfónico. También
aparecerían en los 70 Queen, Patti Smith, The Clash, The Police, Neil Young,
Patti Smith, Bruce Springsteen... En España Miguel Ríos se encontraba abriendo
camino, mientras que surgirían dos de nuestros primeros grupos de rock,
Asfalto (1972) y Topo (1978).
En los años 70 aparecen los primeros síntomas de saturación. Las fronteras
musicales estallan en mil pedazos y el rock apuesta por la experimentación,
las alianzas y las vanguardias. Las canciones pierden definitivamente su
estructura y los músicos progresivos buscan inspiración en el jazz y la música
clásica. Yes, Pink Floyd, Genesis, King Krimson, Emerson,
Lake and Palmer y Frank Zappa graban discos densos con estructuras sinfónicas.
Es tiempo de etiquetas. Miles Davis lidera de forma inconsciente un movimiento
conocido como jazz-rock, Gram Parsons se convierte en una leyenda del
country-rock, Duane Allman conduce el tren del rock sureño, Ritchie Blackmore
incendia el heavy-metal, David Bowie y Marl Bolan se disputan el trono del
glam-rock, Lou Reed camina por el lado salvaje del rock urbano…
La música en directo se convierte en un espectáculo total. Se multiplican los
vatios de sonido, los juegos de luces cobran una importancia descomunal y los
efectos especiales están a la orden del día. Un concierto es una ceremonia, y
cuanto más espectacular sea su coreografía más éxito tiene. Los grupos
sinfónicos utilizan fuegos artificiales, los cantantes de rock duro se
maquillan hasta quedar irreconocibles y Bowie proclama su bisexualidad a los
cuatro vientos. El espectáculo debe continuar…
La pérdida de la inocencia
Demasiados
neones, demasiados nombres compuestos, demasiados intereses comerciales,
demasiados músicos esclavos de las exigencias del mercado. El rock se hace
adulto, pierde sus raíces combativas y se acomoda en el conservadurismo. Sólo
una nueva revolución podía devolverle su espíritu primigenio, una revolución
que retomase los patrones utilizados por Elvis y sus colegas los viejos
rockers: rabia, provocación y canciones ruidosas de menos de tres minutos de
duración. Era la fórmula del punk, el sonido que devolvió la vida al panorama
musical en el final de los años setenta. Los Sex Pistols fueron una
caricatura, pero decenas de buenas bandas demostraron que la verdad del rock
se escondía detrás de tres miserables acordes y del grito “¡No hay futuro!”:
The Clash, The Ramones, The Damned, The Stranglers… La sofisticación de ese
sonido básico recibió el nombre de Nueva Ola y, ya con un carácter
más optimista, albergó a compositores tan lúcidos como Elvis Costello, Joe
Jackson, David Byrne, Paul Weller o el mismísimo Sting. Estados Unidos e
Inglaterra encabezan todos los nuevos movimientos rocanroleros. Todos excepto
los mestizos, aquellos que funden las músicas del mundo con baterías y
guitarras eléctricas, producto de culturas juveniles de lugares olvidados pero
vivos. Los guitarrones centroamericanos cruzan el Río Grande, y los ritmos más
sabrosos llegan desde el Caribe. Las músicas de Puerto Rico, de Colombia, de
Cuba, de México, de Brasil y de Santo Domingo llegan a los barrios de las
ciudades norteamericanas, y llegan para quedarse. Bob Marley y su reggae de
alto voltaje encandilan a los rockeros más duros, aquellos que miran para otro
lado cuando se habla de salsa, de samba o de bolero. Amigo de los mensajes
políticos, Marley luchó “para despertar al pueblo negro de una pesadilla que
duraba siglos”.