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Tras haber absorbido accidentalmente una cantidad infinitesimal
de un compuesto, Albert Hofmann llegó a casa zigzagueando con su bicicleta por
las apacibles calles de Basilea. Acababa de descubrir los efectos de la LSD,
inaugurando, de este modo, la era de la psicodelia.
En
1938, Albert Hofmann, químico suizo de los laboratorios Sandoz, Inició una serie
de investigaciones sobre el ácido lisérgico, nombre que había dado al núcleo
común de todos los alcaloides del cornezuelo (un hongo parásito del centeno).
Cinco años más tarde, el 16 de abril de 1943, se produjo un hecho fortuito que
modificó decisivamente el curso de los acontecimientos. Hofmann descubrió los
efectos del LSD-25 (abreviado del alemán "Lyserg Säure Diethylamid"; 25 porque
de una serie de veintiséis derivados o compuestos sintetizados era el que hacía
veinticinco) naciendo, de esta manera, la psicodelia. Un término que deriva del
griego ("psiké" y "deloun") y significa "algo que manifiesta la mente, el
espíritu o el alma" o lo que es capaz de tener "efectos profundos" sobre la
naturaleza de la experiencia consciente.
Tras las experiencias iniciales de Hofmann, varios intelectuales, representantes
de muy diversas tendencias e ideologías, se acercaron a la autoexperimentación
con LSD y otras drogas psicodélicas, alucinógenas, visionarias o enteógenas
("Dios dentro de nosotros"), tal como prefiere denominarlas el célebre químico
suizo. Ernst Jünger, Aldous Huxley, Robert Graves, Gregory Bateson, Arthur
Koestler, Henri Michaux, Anaïs Nin, Alan Watts, Timothy Leary, Allen Ginsberg,
Jack Kerouac y William Burroughs, entre otros, fueron los primeros en atravesar
el umbral de las puertas de la percepción y descubrir unas dimensiones de
conciencia poco rutinarias.
Coincidiendo con este incipiente movimiento psicodélico, que estaba comenzando a
gestarse en la Costa Oeste, algunos teóricos, como el filósofo Alan Watts y los
profesores de psicología Timothy Leary y Richard Alpert, comenzaron a preconizar
entre los estudiantes universitarios el uso del psicofármaco, a través de
experiencias místico-intelectuales-orientalistas, como vehículo sacramental e
instrumento de liberación del individuo frente a la voracidad del sistema.
"Cambiad la mente y cambiaréis el mundo". Muchos jóvenes estadounidenses se
lanzaron a un consumo ritual de alucinógenos. Para ellos, consumir LSD no era
una experiencia frívola, sino algo profundo y trascendente, que los situaba en
una esfera superior de conocimiento. Aunque todavía no pesaba ningún tipo de
prohibición sobre el LSD, los días de Leary como ciudadano libre estaban
contados. Como paso previo, en la primavera de 1963, él y Alpert fueron
expulsados de la Universidad de Harvard.
Kesey y los Merry Pranksters atravesaron los Estados Unidos, de costa a costa,
en un destartalado y llamativo autobús, para conectar y sintonizar con el grupo
de Leary, protagonizando un viaje épico. El encuentro, sin embargo, resultó
decepcionante. Kesey proponía el consumo de ácido porque sí, por diversión, para
experimentar la alegría del movimiento, la vida en acción. Nada podía estar más
lejos de la tesis y aspiraciones de Leary.
Entre 1964 y 1966, antes que la avidez de la prensa descubriera el LSD
(prohibido formalmente por primera vez en 1966 por una ley californiana), el
Summer of Love fuera manufacturado y vendido, y Haight Ashbury se convirtiera en
un infierno viviente para unos y en un gran circo de atracciones para otros,
ciudades como San Francisco, Berkeley y Los Angeles estallaron en un inmenso
alucine
colectivo. Fue un fugaz momento de esperanzas e ideales, un amago de revolución
que bailaba al ritmo de Greateful Dead, The Doors, Janis Joplin, Jefferson
Airplane, Santana y otras formaciones musicales de corte psicodélico. Una
experiencia multitudinaria, hinchada de misticismo, orientalismo y no-violencia
y que daría finalmente la ecuación básica del Flower Power: iluminación interior
= liberación de los instintos agresivos = amor recíproco = amor universal paz en
el mundo.
Tras la liquidación del Summer of Love californiano y la resaca del Mayo francés
del 68 se produjo una verdadera diáspora juvenil. La hasta entonces apacible
isla de Ibiza y la remota capital de Nepal se convirtieron en dos auténticos
santuarios, en los últimos reductos, donde aún cabía la posibilidad de colmar
tantas ansias de paz y libertad y disfrutar de la vida en perfecta armonía.
La devaluación de la peseta de 1967 atrajo a los primeros hippies a Ibiza, y con
ellos llegó el primer ácido a España. El fármaco estaba prohibido pero, al
principio, nadie pareció preocuparse lo más mínimo. De hecho, según ciertas
informaciones, en 1967 se descubrió en Madrid "un laboratorio donde se obtenía
clandestinamente LSD", y durante los años 67 y 68 la Brigada Central de
Estupefacientes no llegó a decomisar ni una sola dosis del producto.
En agosto de 1969 tuvo lugar un suceso que conmovió a toda la sociedad
occidental. Charles Manson, una especie de lunático made in USA que se había
autoproclamado líder de una extraña secta satánica, y sus secuaces asesinaron
salvajemente en Bel Air (California) a varias personas, entre ellas a Sharon
Tate, esposa del cineasta Roman Polanski. Los asesinos eran consumidores de LSD,
marihuana y otras drogas psicoactivas. No hacía falta ningún elemento más para
qué se desatara una formidable ofensiva contra los alucinógenos y sus usuarios.
De
nada sirvió que, a los pocos días de haberse descubierto los asesinatos
cometidos por el clan Manson, casi medio millón de jóvenes -la mayoría
consumidores de LSD- se dieran cita en un festival de música rock celebrado en
Woodstock y convivieran en un mínimo espacio durante tres días consecutivos, sin
provocar ningún acto de violencia u hostilidad.
A principios de la década de los setenta la psicodelia conoció su edad de oro en
Barcelona. En lugares como "Les Enfants Terribles" y la librería "Trilce" se
daban cita intelectuales, veteranos del rollo y demás freaks ansiosos de viajar
o alterar. Existían grupos de psiconautas más o menos constituidos como la
llamada "Cofradía del Vino' (formada por un grupo de intelectuales simpatizantes
o curiosos del LSD) y el "Tercer Frente de Liberación Un¡versal", que lanzó el
"Manifiesto de la Soledad" (un discurso introspectivo y psicodélico).
Sin embargo, los efectos de los alucinógenos no son siempre placenteros y
agradables. Para que la experiencia psicodélica sea asimilada por el individuo,
en sentido positivo, requiere cierta preparación o predisposición psicológica,
una actitud previa segura, serena y contemplativo, y el marco de una
comunicación grupal. Por ello, si la ingestión de LSD o de cualquier otra droga
visionaria no se hace en condiciones adecuadas, la excursión psíquica puede ser
muy angustiosa. En este sentido, es cierto que en algunos casos pudieron
apreciarse síntomas de especificidad psiquiátrica, como resultado del empleo del
fármaco: cuadros alucinatorios-paranoides, más o menos intensos, consecuencia de
la confusión mental y de la angustia producida por un cuelgue de ácido en
jóvenes poco avezados o de un mal viaje. Esos cuadros, aunque espectaculares,
según el psiquiatra González Duro, solían desaparecer en pocos días y, "a veces,
sin tratamiento específico". Era evidente que el LSD no podía enloquecer a nadie
que previamente no estuviera ya loco.
A medida que transcurría la década de los ochenta, la ilusión desbordante que
había presidido la segunda mitad de los años setenta se desvanecía y abría paso
a la normalidad, la rutina y la resignación. Algunos artículos como "La
sicodelia revisitada" de Ramón Surio y Ton¡ Talarn, o "El gran resacón del LSD"
escrito por Jaime Gonzalo, sólo constituían un repaso nostálgico de aquello que
había significado el movimiento psicodélico y el fenómeno hippy en Estados
Unidos, allá entre 1964 y 1969. Parecía que el escepticismo final de Mariano
Antolín Rato estaba más que justificado.
Unicamente en Valencia y su área de influencia se detectaba un consumo masivo y
difícilmente explicable de mescalina entre ciertas tribus urbanas juveniles, que
habían hecho de la noche sin fin y del baile en discotecas after hours
(literalmente, del inglés, "después de horas"), su peculiar forma de entender el
ocio. Algo parecido sucedía en Ibiza con la metilenedioximetanfetamína, conocida
popularmente como éxtasis, una especie de psicodélico sintético, que Antonio
Escohotado califica de "potencia leve o media".
El
nuevo psicodelismo no tenía nada que ver con las tesis de L~, en cambio, sí que
guardaba bastante relación con la actitud de Kesey y los Merry Pranksters, pues
se trataba -aun de forma involuntaria o inadvertida- de integrar definitivamente
el baile -qué mejor manera de experimentar la alegría del movimiento, la vida en
acción- dentro de la psicodelia. En pocos meses, las pistas de las discotecas
más punteras del estado español se vieron inundadas de jóvenes que danzaban al
ritmo frenético del acid house y otras variantes musicales, cada vez más
cibernéticas (máquina, bacalao, toma-toma ... ), rindiendo culto, de esa forma,
al baile y la noche.
Dícese del Rock Progresivo o también denominado Sinfónico al estilo que combina
el rock, la música clásica, la psicodelia y ciertos elementos literarios.
Nacido a finales de la década de los sesenta, concretamente en 1967, con la
edición de dos álbumes pioneros: el "Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band", de
The Beatles y el "Piper At The Gates Of Dawn", de Pink Floyd, auténticas joyas
de la psicodelia de la época. Bandas como
Genesis, King Crimson o Yes rompieron con las tradicionales canciones pop rock y
facturaron temas de diez, doce y hasta quince minutos de duración. Desde la
fecha señalada hasta finales del siglo XX, el número de formaciones progresivas
ha ido evolucionando, haciéndose más comerciales y accesibles al gran público,
grupos como Dream Theater, Porcupine Tree, The Flower Kings o Glass Hammer son
ejemplos de superbandas de los 90’s que han sabido conectar con las nuevas
generaciones, conservando ciertos elementos de la década de los setenta y
actualizándolos a su propio estilo. En cambio, los grandes dinosaurios han ido
sucumbiendo año tras año, algunos con más dignidad que otros (léase los Genesis
de Phil Collins).
Se puede afirmar que han existido dos fases en la evolución del rock sinfónico,
una primera liderada por dinosaurios, muchos de ellos ya extinguidos, como
Emerson, Lake & Palmer, Caravan, Rush, Pink Floyd, King Crimson, Yes o los
propios Genesis de la etapa de Peter Gabriel Y, por otra parte, grupos que
sobrevivieron a los ochenta y que en los noventa se situaron en primea fila:
Camel, Marillion o Dream Theater, que editó su último disco en 2003. Volviendo
al principio, en 1967 el cuarteto de Liverpool,
influenciado por un George Harrison influenciado por la música hindú, publicó su
primer disco conceptual, "Sgt. Pepper’s..." con el que Lennon y McCartney
abandonaron los álbumes tipo "colección de bonistas canciones". El disco estaba
lleno de temas que tocaban de lleno la psicodelia: "Lucy In The Sky With
Diamonds", "Strawberry Fields Forever" o "A Day In The Life" revolucionaron el
panorama musical de aquel año (de hecho, Brian Wilson, el genio de The Beach
Boys, contraataco con el no menos apabullante "Pet Sounds"). Resulta curioso si
lo pensamos, pero el disco de The Beatles, supuso la confirmación del declive
del pop y ese mismo año se disolvieron muchos grupos que habían vivido su época
dorada durante los primeros años sesenta.
Mientras, en otra parte de la ciudad de Londres, un tal Syd Barret componía y
editaba, junto a su banda Pink Floyd, "Piper At The Gates Of Dawn", el mejor
disco de la escena underground emergente londinense de finales de la década. Los
Floyd era asiduos a ofrecer alucinantes shows en salas como UFO o Marquee, donde
las melodías se transparentaban con luces de colores y proyecciones de imágenes
sin conexión alguna. "Arnold Layne" o "See Emily Play" eran algunos de los temas
del, en opinión del propio McCartney, el mejor disco de aquel año.
Otras bandas pioneras del sinfónico fueron Procol Harum, que debutó con el
inmortal "A Wither Shade Of Pale", single que se disparó de inmediato al nº 1 de
las listas británicas, algo que realizaron también The Moody Blues, un grupo de
Rythm & Blues que evolucionó hacia atmósferas más condensadas con "Nights In
White Satin". A Steve Winwood se le conocía por ser una especie de cantante de
soul con ojos azules en la banda de Spencer Davis Group, más tarde fundo Traffic
y con "Dear Mr. Fantasy" se alió a las bandas inglesas que pretendían ser la
respuesta al rock ácido de California. Por su parte, Ian Anderson cantaba,
componía y tocaba la flauta en Jethro Tull, una
original formación hoy injustamente olvidada que también impulsó el nuevo estilo
emergente. El grupo combinó las composiciones de Anderson con una increíble
puesta en escena, como se puede comprobar en su directo "Living In The Past". Y
llegamos a 1969 con Genesis, una de las superbandas más importantes de los 70’s
y que tenía en Peter Gabriel su gran valuarte. El grupo –más tarde tachado como
dinosaurio por los punks de 1977- editó uno de los pilares del rock sinfónico de
los setenta: "The Lamb Lies Down on Broadway", el último trabajo de la etapa con
Gabriel. Ese mismo año, The Who arrasaron con la primera opera rock "Tommy", que
vería su continuación cuatro años después con "Quadrophenia" (el talento de Pete
Townsend no conocía límites), Yes debutaron y King Crimson publicaron "In The
Court Of The Crimson King", compuesto por otra de las eminencias de rock
sinfónico, el incombustible Robert Fripp a los mandos.
Los setenta comenzaron con "Atom Heart Mother", el quinto disco de unos Pink
Floyd donde la genialidad de Roger Waters comenzaba imponerse (Barret fue
recluido por los problemas mentales que le contrajeron su adicción a las
drogas). El talento de Waters tuvo su continuidad en "The Dark Side Of The Moon"
y se vio reflejado en todos y cada uno de los álbumes que el grupo publicó
durante la década, culminando con una de las piezas maestras de la historia de
la música del siglo XX: "The Wall". Muchos críticos consideran que Emerson, Lake
& Palmer fueron el primer supergrupo de la época. El trío estaba formado por el
ex King Crimson Keith Emerson en los teclados, el cantante y bajista Greg Lake y
el batería Carl Palmer. Todas estas bandas reinaron durante la primera mitad de
los años setenta, formaciones que ofrecían largas giras con enormes escenarios
donde la música cuadraba con el espectáculo (durante el tour de "Animals", Pink
Floyd desplegaba un cerdo gigante sobre la audiencia). Jethro Tull alcanzó la
cima con "Aqualung", en 1971; Phil Manzanera, Brian Eno y Brian Ferry formaron
Roxy Music, en 1972; Mike Oldfield hizo millonario a Richard Branson cuando éste
se arriesgó y le publicó "Tubular Bells", un hito multiventas. Dos músicos con
amplia experiencia llamados Andy Latimer y Pete Bardens debutaron en 1974 bajo
el nombre de Camel, editando excelentes discos
como "Mirage".
Ese mismo año, otro supergrupo que apenas había tenido repercusión con sus dos
primeros discos, fueron apadrinados por un multimillonario alemán que les
produjo "The Crime Of The Century", el tercer álbum de Supertramp. El dúo Roger
Hogdson / Rick Davies resultó ser tremendamente eficaz durante el segundo lustro
de los setenta, la cuál llegó a su final revitalizada por sangre nueva, por las
nuevas bandas punk inglesas que escupían a los viejos dinosaurios aburguesados,
considerando su música y su imagen como algo prehistórico, algo pasado de moda.
La frialdad de los grandes espectáculos de bandas como Pink Floyd o Genesis
fueron censuradas por las nuevas generaciones que prefirieron la cercanía al
ídolo en pequeños pubes.